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Ministra afirma que las guerras culturales sobre transporte de los tories arriesgaron hacer las carreteras menos seguras
La era de las guerras culturales sobre transporte, una caracterÃstica definitoria y divisiva de la anterior administración conservadora, ha terminado oficialmente, según la ministra de Transporte, Lilian Greenwood. En una crÃtica severa que se lee como una autopsia de una campaña polÃtica fallida, Greenwood condenó lo que denominó los 'mensajes contradictorios' de los conservadores, argumentando que su estrategia de enfrentar a conductores contra ciclistas y peatones no solo envenenó el debate público, sino que activamente arriesgó hacer las carreteras británicas menos seguras al avivar las tensiones entre los distintos grupos de usuarios.En su planteamiento, esto no fue simplemente una mala polÃtica, sino una maniobra polÃtica deliberada que trató la seguridad vial no como un objetivo colectivo, sino como un tema divisorio, un campo de batalla para ganar puntos polÃticos baratos en lugar de salvar vidas. Greenwood, cuyo portafolio en el Departamento de Transporte abarca tanto la seguridad vial como los desplazamientos activos, posicionó el enfoque del nuevo gobierno como un reinicio fundamental, prometiendo un sistema diseñado para funcionar para todos, un marcado contraste con la guerra faccional del pasado.Su tesis central es polÃticamente astuta y basada en datos: buscar dividir rÃgidamente al público en tribus enfrentadas de 'automovilistas' o 'ciclistas' es un callejón sin salida estratégico porque la mayorÃa de las personas son multimodales, usando un coche para la compra semanal, una bicicleta para el ocio del fin de semana y sus propios pies para llevar a los niños al colegio. La retórica del gobierno anterior, a menudo amplificada por ciertos medios de comunicación, ignoró esta realidad fluida, creando una percepción de juego de suma cero donde un carril bici se enmarcaba como una 'guerra contra el automovilista' y las zonas peatonales como un asalto a la libertad personal.Esta narrativa, sugiere Greenwood, tuvo consecuencias tangibles y peligrosas. Cuando el discurso polÃtico enmarca a los ciclistas como 'gamberros en licra' o a los conductores como 'enemigos contaminantes', no se queda solo en las columnas de los periódicos; se filtra en las interacciones diarias en el asfalto, pudiendo fomentar la agresión, reducir el respeto mutuo y comprometer la responsabilidad compartida que es la base de la seguridad vial.Los comentarios de la ministra apuntan a una comprensión más profunda y analÃtica de cómo la comunicación de las polÃticas moldea el comportamiento público, una lección sacada directamente del manual de campaña: si transmites división, cosechas conflicto. Para avanzar, el compromiso del gobierno es despolitizar la infraestructura.Esto significa diseñar calles no para victorias ideológicas abstractas, sino para las necesidades complejas y superpuestas de sus usuarios reales: el padre que carga a los niños en un coche, el repartidor en una bicicleta eléctrica, la persona mayor que cruza la calle. Implica invertir en carriles bici segregados que protejan en lugar de provocar, en un transporte público fiable que ofrezca una alternativa genuina, y en centros urbanos donde las personas, no solo los vehÃculos, puedan prosperar.
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