Kevin Parker de Tame Impala busca reseñas negativas de su música
JU
hace 14 horas7 min read
En la cámara de eco del fandom musical moderno, donde los algoritmos de las redes sociales y los foros de fans a menudo ofrecen un flujo implacable de elogios, el cerebro de Tame Impala, Kevin Parker, busca activamente una frecuencia diferente, más disonante. El artista, cuyo nombre real es Kevin Parker, ha admitido un ritual fascinante y algo masoquista: pasar de largo las olas de adoración para cazar deliberadamente las reseñas negativas de su trabajo.Es una confesión que parece contraintuitiva en una época en la que a menudo se aconseja a los artistas que cuiden sus experiencias en línea por su bienestar mental, pero para Parker, esta búsqueda parece menos una autoflagelación y más una necesidad genuina, casi artística, de una perspectiva sin filtros. Él mismo describió el fenómeno, señalando: 'Habrá tanta positividad, pero aún así seguiré desplazándome hasta encontrar las negativas'.Esto no es el comportamiento de un ego frágil; es el sello distintivo de un artesano que entiende que la retroalimentación más útil a menudo se encuentra en las grietas de la crítica, no en el coro de los elogios. El viaje de Parker, desde un productor en el dormitorio de Perth que creaba paisajes sonoros psicodélicos hasta un cabeza de cartel mundial cuyos discos son diseccionados nota por nota, ha estado musicalizado tanto por reseñas arrebatadas como por críticas punzantes.Su evolución desde el psicodelico-rock cargado de guitarras y distorsión de 'Innerspeaker' y 'Lonerism' hasta la perfección pulida del synth-pop de 'Currents' y 'The Slow Rush' fue un giro que dividió a su base de fans. Los puristas lamentaron el alejamiento de los solos de guitarra hacia los grooves disco y el Auto-Tune, mientras que una nueva audiencia masiva abrazó los himnos pulidos e introspectivos.Uno puede imaginarse a Parker, en la calma posterior al lanzamiento de un álbum, cribando artículos de opinión que lo acusan de venderse o comentarios que lamentan la pérdida de su 'viejo sonido'. Esta búsqueda de negatividad es, en cierto modo, un mecanismo de control de calidad.En el estudio, Parker es famosamente perfeccionista, tocando casi todos los instrumentos él mismo, obsesionándose con los detalles sónicos hasta que brillan. Esa meticulosidad no se apaga cuando la música sale de su disco duro.Leer una crítica negativa bien argumentada —una que señala un motivo lírico repetitivo, una progresión de acordes demasiado familiar o una elección de producción que parece segura— proporciona una especie de dato crudo. Es una reacción de oyente sin pulir, libre de la cortesía de una entrevista o del bombo de un ciclo de marketing.Lo conecta de nuevo con la transacción fundamental del arte: alguien escuchó, y esto es lo que realmente sintió. Históricamente, muchos grandes artistas han tenido una relación complicada con la crítica.
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John Lennon leía famosamente sus reseñas, enfureciéndose a menudo con ellas. Bob Dylan ha pasado una carrera desconcertando a los críticos que intentaron encasillarlo.
Para Parker, que opera en la era digital, la retroalimentación es instantánea y omnipresente. El acto de buscarla es una elección deliberada para participar en esa conversación, por brutal que pueda ser.
Sugiere una confianza notable, una seguridad en sí mismo fundamental que le permite examinar opiniones disidentes sin que toda su identidad artística se desmorone. Esta práctica también habla de la naturaleza aislante de su éxito.
A medida que Tame Impala pasó de ser un proyecto de culto a un gigante que encabeza festivales, las personas que rodean a Parker —gerentes, ejecutivos discográficos, incluso amigos— están inherentemente interesadas en el éxito del proyecto. Su retroalimentación, aunque valiosa, está filtrada a través de esa lente.
Un crítico aleatorio o un fan descontento en un foro de mensajes no tiene tal interés; su opinión, por dura que sea, lleva un tipo diferente de verdad. Es un chequeo de realidad, un cable a tierra que ancla la nave espacial psicodélica de vuelta a la Tierra.
Además, este hábito revela la curiosidad intelectual que sustenta la música de Parker. Sus canciones a menudo tratan sobre la introspección, la duda y el paso del tiempo —temas que requieren un grado de autointerrogación—.
Buscar activamente la crítica es una extensión de esa introspección lírica en su vida profesional. Es una forma de evitar el estancamiento creativo, de asegurar que el próximo álbum no sea solo una vuelta de honor, sino una respuesta, una progresión, quizás incluso un guiño sutil a los defectos que otros han percibido.
En una industria donde muchos artistas ahora se retiran a burbujas curadas de redes sociales, la disposición de Parker a adentrarse en el espacio negativo es a la vez valiente y estratégicamente astuta. Mantiene su arte honesto.
Le impide convertirse en prisionero de su propio éxito, intentando siempre replicar la fórmula que obtuvo los aplausos más fuertes. La reseña negativa, para Kevin Parker, no es ruido; es una nota necesaria en el acorde, la tonalidad menor que hace que la resolución mayor se sienta aún más dulce.
Mientras probablemente se prepara para cualquier mundo sónico que esté construyendo a continuación, puedes apostar que el proceso involucrará no solo sintetizadores y máquinas de ritmos, sino una inmersión profunda y deliberada en lo que a la gente no le gustó del anterior. Así es como un artista se mantiene interesante y, lo que es más importante, cómo se mantiene fiel a sí mismo.